Por AbcdeCuba

Cuando se bombardea o se amenaza con ello a ciudades medio orientales y potencias mundiales ejercen presiones diplomáticas, políticas y económicas sobre países pobres, muchos se preguntan si este será el estado previsible para tales naciones en la época de la globalización.

Lo mismo murieron y morirán civiles bajo operaciones llamadas humanitarias que se presiona o ataca a países soberanos para controlarles sus recursos naturales, como en Libia, Siria,  Irán o Venezuela, solo algunos ejemplos entre  muchos existentes.

Hace un siglo la visión del espacio geográfico era de más corto alcance, más distante en el tiempo y de interdependencia menos global, lo que tornaba dilatados, por menos interconectados, los procesos mundiales.

Hoy, estos son fenómenos que se encuentran a la orden del día y trascienden al instante, muchas veces a través de medios masivos de difusión que observan más el lado de sus intereses que el de la justicia.

El colonialismo clásico se mantuvo por siglos hasta la postguerra mundial, concluida en 1945 y, en apenas cinco décadas, virtualmente ha desaparecido, salvo en los casos extremos del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, como lo oficializó Estados Unidos, y el de de Las Malvinas, bajo el control del Reino Unido, como más descollantes.

Con la actual revolución científico-técnica o tecnológica, los hechos trascienden inmediatamente si se dispone de los medios tangibles e intangibles necesarios, aunque la polarización global en el mundo y la social en los países establezcan diferencias abismales entre las personas en ambos casos.

“Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal”, escribió José Martí en su ensayo Nuestra América, publicado el 1 de enero de 1891.

Ahora, los efectos de esta aguda previsión han aumentado y se han refinado, al extremo de que si no se toman las precauciones impostergables y no se actúa con celeridad y audacia, “los gigantes que llevan siete leguas en las botas” las ponen encima de quienes las soporten.

Lo serio debe asumirse sin banalidades y es preciso reconocer que en este instante los fenómenos globales, incrementados, se presentan bajo no menos de 10 estados o procesos apremiantes y amenazadores para cada ser humano, no solo por circunstancias bélicas.

La humanidad es víctima y protagonista de fenómenos que, sin inteligencia y participación colectiva, podrían destruirla.

En el campo de la energía, se agotan los hidrocarburos, los agro o bío combustibles no solucionan el problema y generan hambre masiva, algunas plantas nucleares han resultado catastróficas y las fuentes alternativas -eólica, paneles solares, hidro y termoenergía y otras- son apenas incipientes.

La alimentación  se torna crítica en un mundo cuya población, en aumento, demanda un sustento mayor que, cada vez, está más distante debido a altos precios del petróleo, factores climáticos, accidentes naturales, elevación del consumo en algunos países, especulación, crisis económica y los citados agrocombustibles.

El cambio climático resulta más grave que los problemas energético y alimentario, juntos, más inmediatamente solucionables mediante la intervención del hombre, si se emprendieran iniciativas adecuadas en virtud de los avances de la ciencia y la técnica.

Para enmendar los daños sobre el clima se requieren siglos, milenios, tiempo incalculable, sin que exista la certeza de que el ser humano pueda lograr mejorías, si estuviera dispuesto a intentarlo, debido a lo cual el mañana puede trocarse en nunca.

La pobreza apremiante es paliable mediante una mejor redistribución de las riquezas entre los países y en el interior de éstos, pero sólo es solucionable a través de la distribución equitativa de los bienes naturales y sociales.

Las crisis migratorias han sido un fenómeno históricamente determinado por la pobreza, el hambre, el subdesarrollo, los conflictos bélicos, los desastres naturales u otras circunstancias semejantes.

Pero hoy, como reacción, se aplican planes de contingencia y leyes migratorias del Norte, tanto con respecto al Sur como contra sus clases sociales más pobres, siempre que se considere necesario a efectos del control interno.

Generalmente, las guerras provienen del Norte para dominar recursos vitales en el Sur (combustibles, agua, biodiversidad); y también entre y en el interior de los países del Sur, estimulados por el incremento de las contradicciones del Norte y las nacionales en el Sur.

En el caso del  agua -cada vez más en el origen de confrontaciones militares- aumentan los consumidores y la contaminación, a la vez que disminuyen las disponibilidades, con consecuencias vitales alarmantes.

Simultáneamente, se acrecientan las consecuencias sobre la agricultura y, por tanto, sobre las disponibilidades y la calidad de los alimentos.

Los problemas de salud a veces aterran a pesar de los avances científico-técnicos, lastrados por la concepción comercial en la asistencia médica y en la industria de los medicamentos, al tiempo que aparecen nuevos virus, mutan otros conocidos y se expande el VIH/SIDA en regiones completas.

Se incrementa la concentración informática y de los medios científico-técnicos (vistos en sentido amplio) en los países del Norte, debido al nivel de desarrollo de estos –históricamente obtenido también mediante los países del Sur– y debido a su predominio en los derechos de propiedad intelectual e industrial.

Es esta una condición que, entre otras consecuencias, potencia la manipulación mediática de Norte a Sur.

Como solución, al final se abre una alternativa única, consistente en que, ante las contradicciones de la globalización, triunfe la integración unitaria entre los países del Sur –comenzando por los de mayor peso– con criterio de justicia social y relaciones mutuamente ventajosas, soberanas, independientes y, sobre todo, solidarias.

Por otro lado, las potencias del Norte tendrían la impostergable obligación y la necesidad de comprender que sin la participación de las dos terceras partes de la humanidad, que habita en los países llamados en vías de desarrollo, la existencia de la civilización actual se avizora inviable.

José Martí lo vio claramente en Nuestra América: “…la salvación está en crear”, pues: “Crear, es la palabra de pase de esta generación. El vino, de plátano; y si sale agrio, ¡es nuestro vino! Se entiende que las formas de gobierno de un país han de acomodarse a sus elementos naturales”…

Como debe ser en todo el mundo, ya muy afectado por catástrofes de elementos en muchos casos impredecibles y que siempre estarán presentes en la vida. Pueden existir buenas oportunidades humanas, pero si se obedece al criterio creciente de repartirlas mejor.